Nos necesitamos fuertes y empoderadas

1 noviembre 2022

Frente a un grupo de 15 mujeres trabajadoras sexuales, Reyna comparte su experiencia de ejercer un trabajo que está lleno de estigmas, pero que le ha permitido generar ingresos económicos para sostener a su familia.

“Todo tiene un inicio y un después. Conocer nuestras vivencias, el rechazo, el estigma, la violencia y la discriminación que enfrentamos hace que muchas personas cambien su pensamiento hacia nosotras, por eso necesitamos hablar sobre lo que hacemos y por qué lo hacemos”, dijo, cuando participó en el “Curso de liderazgo y empoderamiento” coordinados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el marco de la Iniciativa Spotlight, un asocio entre las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE) para eliminar toda forma de violencia contra las mujeres y las niñas.

Reyna forma parte del colectivo “Orquídeas del Mar”, uno de los dos grupos que reciben los talleres, y reconoce que a través de estas jornadas se hace un importante esfuerzo de inclusión, ya que “es parte del apoyo que necesitan para empoderarse, para obtener y actualizar conocimientos y herramientas a favor de las mujeres”.

A través de estos talleres, las mujeres están aprendiendo y actualizando conocimientos sobre los tipos de violencia, los pasos para hacer una denuncia y sobre los marcos legales de derecho para una vida libre de violencia; asimismo, conocieron sobre las instituciones que cuentan con unidades de atención a víctimas y tuvieron la oportunidad de recomendar acciones que faciliten y hagan más accesible los servicios para las trabajadoras sexuales.

Todas en el grupo manifestaron que querían transmitir los conocimientos adquiridos sobre sus derechos y auto cuido, y sensibilizar a la sociedad para eliminar la discriminación que enfrentan por su trabajo. “Hablar es importante, hacernos oír y crear en la sociedad y todo el medio que nos rodea mucha más conciencia sobre nuestro trabajo. Cuando no hay conocimiento sobre algo, se habla cualquier cosa”, dice otra de las compañeras de Reyna, al interactuar en el grupo.

Desde hace más de 20 años, Reyna se ha dedicado al trabajo sexual, empujada por la necesidad económica que enfrentó al quedar huérfana y a cargo de tres hermanos menores. Desde hace 10, es defensora de los derechos humanos de las trabajadoras sexuales. Es educadora en diversos temas en los que se ha capacitado, como procesos de denuncias, instituciones de ayuda, derechos humanos. También, es miembro de la junta directiva de la organización a la que pertenece, desde donde orienta y apoya a otras mujeres que son parte de su colectivo. Además, es madre de tres hijas y abuela de dos niñas. Por ellas y para otras mujeres, está decidida a ser un referente de cambio y apoyo.

“Comencé a trabajar como mesera y oficios varios en un lugar, pero eso no generaba muchos ingresos y mis hermanos dependían de mí y las necesidades eran muchas. Yo no tenía estudios y eso me dificultaba obtener un buen empleo. Tuve que tomar una decisión y fue muy duro para mí en ese momento”, dice. En un principio ocultó a su familia el trabajo que realizaba.

“No ha sido fácil hablar con mi familia, decirles de qué trabajo, por eso es que hay que estar preparadas para sufrir discriminación”, comenta, mientras también relata con franqueza los episodios de violencia que ha enfrentado en las calles. Recuerda el día que recibió impactos de bala en sus piernas, un hecho que llega a su memoria cada vez que mira sus piernas y camina con dificultad.

Hoy, teniendo más conocimientos sobre sus derechos, los secretos desaparecieron. Ella decidió hablar con sus hijas sobre su trabajo y asegura que ellas lo respetan, aunque no fue fácil.

“Mentiría si dijera que lo aceptaron fácilmente. Con mi hija mayor fue durísimo. Yo digo que a los hijos hay que irlos trabajando dependiendo de sus etapas de vida, hablarles, enseñarles a no discriminar, a que conozcan la historia, que vean esto como una forma de trabajo que genera ingresos para vivir”, resalta.

Las poblaciones vulnerables como las trabajadoras sexuales y los grupos LGTBI, se enfrentan a muchas barreras relacionadas con la falta de acceso a seguridad social, servicios de salud, recursos e igualdad de oportunidades; y a prácticas sociales discriminatorias que las dejan cada vez más atrás.

Por eso, ellas reconocen que los espacios de transferencia de conocimiento, la construcción de redes y alianzas, y la participación mediante el diálogo son necesarios para sostener los esfuerzos de incidencia para la promoción y respeto de sus derechos como mujeres.

Los colectivos “Orquídeas del Mar” y “Venus”, están participando en seis talleres, cuyo objetivo principal es empoderar a las mujeres trabajadoras sexuales, orientarlas e instruirlas sobre temas vinculados a sus derechos, a la prevención de la violencia de género, sobre las formas de participación y de organización, sobre el reconocimiento de sus liderazgos, su autoestima y autovaloración.

“Para mí, el corazón de este esfuerzo es que ellas puedan auto valorarse, fortalecer su autoestima, cuidarse y que reconozcan sus capacidades para que puedan participar de una manera consciente en los procesos organizativos y ser de ayuda a otras mujeres en situación similar” explica la capacitadora a cargo del grupo.

“Nuestra principal limitante es la falta de reconocimiento al trabajo sexual. Esto nos violenta a todas, porque hace que en muchas instancias no nos vean con respeto. Creen que yo no soy mujer con derechos por el trabajo que ejerzo, pero soy una mujer trabajadora sexual y esa práctica me genera ingresos y con esos cubro mis necesidades como persona y las de mis hijas y hasta generó otros empleos, porque por ejemplo yo pago a una persona para que cuide de mis hijas”, asevera Reyna ante sus compañeras de grupo y todas asienten.

La promesa central y transformadora de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) “no Dejar a Nadie Atrás”, representa el compromiso inequívoco de erradicar la pobreza en todas sus formas, poner fin a la discriminación y la exclusión, y reducir las desigualdades y vulnerabilidades que dejan a las personas atrás y socavan el potencial de las personas y de la humanidad en su conjunto.

En el marco de Spotlight, el PNUD impulsa alianzas con actores claves como organizaciones de sociedad civil, gobierno, instituciones del sector justicia, academia, entre otros, en la lucha contra la violencia de género sin discriminación. Estas alianzas se convierten en una de las estrategias más importantes del programa para garantizar que los cambios sociales necesarios sean sostenibles.

Los talleres para los colectivos Orquídeas de Mar y Venus han sido posible gracias a una alianza con estas organizaciones y son un primer ejercicio en la segunda fase de implementación de la Iniciativa en El Salvador 2022. Previo a estas jornadas, se apoyó además con el levantamiento de un diagnóstico rápido de línea base de la situación de las organizaciones.

Para Reyna, con el paso de los años “hemos aprendido a vivir con la violencia, por eso nos necesitamos fuertes, empoderadas y conocedoras de nuestros derechos. Necesitamos continuar exponiendo estos temas a la sociedad, hablar, sensibilizar a las nuevas generaciones, este es un espacio valiosísimo”. Ninguna mujer debe vivir con violencia, independientemente cual sea su labor, tienen derecho a una vida libre de violencia y discriminación.

Desde 2017 Spotlight trabaja para empoderar, fomentar y proteger los derechos de las mujeres y niñas en todo el mundo con el objetivo de eliminar todas las formas de violencia contra mujeres y niñas para 2030.

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